Se ha dicho, y con buena razón,
que los termiteros son maravillas de la ingeniería. Estas impresionantes
estructuras, construidas a base de tierra y saliva, pueden alcanzar los
seis metros de altura (20 pies). El sol cuece sus paredes, de
45 centímetros (18 pulgadas) de espesor, hasta dejarlas tan duras como
el hormigón. Algunos termiteros se han edificado literalmente de la
noche a la mañana.
Cerca del centro del termitero
vive la reina, que pone varios miles de huevos cada día. Las termitas
obreras, ciegas y sin alas, se encargan de llevar los huevos a celdas
especiales donde cuidan de las larvas una vez que estas salen del huevo.
Ahora bien, es posible que la mayor maravilla de este nido sea su
sistema de ventilación.
Analice lo siguiente: Una
serie de cámaras y galerías mantienen una temperatura constante en el
interior aunque las condiciones exteriores cambien. Por ejemplo, en
Zimbabue (África), la temperatura exterior puede llegar a más de 38°C
(100°F) durante el día y bajar hasta los 2°C (35°F) por la noche. Sin
embargo, el interior del termitero se mantiene a 31°C (87°F). ¿Por qué?
En la zona inferior del termitero
hay agujeros de ventilación situados estratégicamente que permiten la
entrada de aire fresco, mientras que el aire caliente y viciado es
expulsado por la parte de arriba. Desde una cámara subterránea entra
aire más frío que circula a través de los túneles y celdas. Las termitas
abren y cierran los agujeros para regular la temperatura según sea
necesario. Para ellas es fundamental que la temperatura siempre sea la
misma, pues eso les permite cultivar el hongo que constituye su alimento
principal.
El diseño del termitero es tan
extraordinario que un grupo de arquitectos empleó un sistema parecido
para construir un edificio de oficinas en Zimbabue. Dicho edificio tan
solo consume el 10% de la energía que necesitaría uno del mismo tamaño
construido según los modelos tradicionales.